miércoles, 25 de febrero de 2015

Frases de la saga Covenant

—No —negué con la cabeza—. Es más que eso. Tú… me cogiste de la mano —la última parte no fue más que un susurro lastimoso. Se estremeció. —Eso fue… un error estúpido. Ahora me estremecí yo, y no pude evitar que las palabras salieran de mi boca. —No. Yo te gusto… —Por supuesto que me gustas —dijo con una voz dura—. Soy un hombre y tú eres una chica guapa. No puedo evitarlo. Que me gustes en sentido físico no tiene nada que ver con lo que siento por ti. Abrí la boca, pero no dije nada. Al parpadear, unas lágrimas cálidas rodaron por mis mejillas.

—¡Caleb! No. ¡No! Esto no debería estar pasando. Solo íbamos a pillar unos refrescos. Solo eso. ¡Por favor! Caleb, despierta. Pero no despertó. Una parte de mi cerebro, que aún parecía funcionar, me dijo que la gente que muere no vuelve a despertar. No se despiertan nunca más. Y Caleb estaba muerto. Se había ido antes incluso de tocar el duelo. El dolor, intenso y real, me desgarró por dentro, llevándose consigo una parte de mi alma. El universo dejó de existir. No había daimons, no estaba Lea. Únicamente Caleb, mi mejor amigo, mi compañero, el único que me entendía. Con dedos temblorosos recorrí sus masculinos pómulos hasta el cuello, donde ya no le latía el pulso. Una parte de mi mundo acabó en ese instante, para siempre, con Caleb. Lo acerqué a mí, juntando mi mejilla con la suya. Pensé que quizá, si lo sujetaba suficiente y lo deseaba mucho, todo esto no sería más que otra pesadilla. Despertaría a salvo en mi cama, y Caleb seguiría vivo. 
—Álex —Seth cerró los ojos. —Lo digo en serio. ¡Haría cualquier cosa por cambiar lo que pasó! Caleb no se lo merecía. Sabía que estaba mal. Si nos hubiésemos quedado en la habitación, aún seguiría vivo. Lo sé. —Álex, por favor. —Sé que hice algo estúpido —mi voz se quebró—, y si pudiese retroceder en el tiempo, lo haría. Me cambiaría por él. Lo haría… —Para —susurró mientras me secaba las lágrimas con el pulgar—, por favor, deja de llorar. Parecía que mi interior comenzaba a retorcerse y hacerse un nudo gigante. —Lo siento tanto. Me gustaría poder volver atrás. Quiero una segunda oportunidad, porque no puedo seguir así. —Tienes que seguir así porque no vas a tener una segunda oportunidad, Álex. Nadie la tiene. Solamente puedes seguir adelante, y el primer paso es ir a su funeral. 



Cambié de posición, incómoda, deseando haberme puesto una camiseta debajo de la sudadera. Sentía un montón de humedad en la habitación, era casi insoportable. Fui hacia la cama a sentarme, 
pero me paré. Una extraña sensación me recorrió toda la espalda. Era algo raro, increíble. Era como una especie de descarga de… de felicidad. Sí. Como oleadas de rayos de sol y cosas buenas. De repente todo estaba bien, genial. Me puse a girar, porque de repente sentí la necesidad de bailar. Como cuando bailamos un vals en el campo, fue divertido. Quería volver a hacerlo, y quería que Seth lo hiciese conmigo. Bailar sola era un poco penoso. 


—¿No quieres besarme? —levanté la mano y le toqué los labios con los dedos—. Sé que quieres. Lo sé. Seth me agarró más fuerte y cerró los ojos. Le metí una mano por dentro de la camiseta. Cogió aire y trató de echarse hacia atrás, pero yo le seguí… más cerca. Le agarré una pierna con la mía. Para ser normalmente tan ágil, ahora no lo era tanto. Se tumbó, medio de lado medio de espaldas. Y yo, bueno, estaba justo donde quería. Reí y dirigí mi boca hacia su cuello. —Bien por mí —murmuré contra su piel. Seth apartó la cabeza, pero me cogió la cadera con las manos, metiendo los dedos por el borde del pantalón.


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